visitas
Otra vez tenemos visitas, aunque no están parando en casa. Visita, en singular, porque en realidad es sólo una. Un amigo español, un hombre capo capísimo del periodismo digital. Es que así somos nosotros, ya ven. Nos rodeamos de capos capísimos y podemos así disimular, a la perfección, nuestra modesta pero importante mediocridad.
Nuestro tour principal con la visita, como siempre, es el gastronómico, tour al que yo suelo unirme por las noches, porque durante el día, ya saben, estoy muy ocupada (?). Yendo de aquí para allá con la visita, hace un par de días caímos en un restaurante en donde, en la misma noche, se presentaba un libro. Y adivinen qué? Me encontré con un montón de gente. Ahora resulta que salgo x las noches en Lima (no es Lima, es Miraflores) y estoy meta saludar y saludar gente. Hola qué tal por aquí, hola qué tal por allá, y beso y abrazo. El círculo, habrá que decirlo, es el de siempre. Periodistas, literatos, intelectuales. Incluso artistas. Y de la primera línea, eh. Me pregunto qué hago yo ahí, pero no suelo responderme porque siempre alguno ya me sirvió un buen vino o una chela bien helada y entonces para qué responderse imbecilidades. La cuestión es que esa noche un amigo -periodista él- me preguntó -one more time- cómo había vivido el terremoto. Le conté más o menos, pero él interrumpió y se concentró más bien en otro episodio: pero cómo quedaste tú luego de eso?
Ay!, me pareció genial, porque con tan poco ataque de pánico que he tenido yo en mi vida, estaba de repente feliz de poder volver a contarlo. Con lujo de detalle. Creo que incluso exageré, pero fue porque él se entusiasmó. "Oye, qué interesante, qué interesante, necesito saber de esas historias" (debe estar escribiendo algo al respecto, de cómo quedó la gente o algo así. ¿por qué no se me ocurrió antes a mí? Shit).
La semana entrante volvemos a tener visitas. Esta vez sí pararán en casa. Estoy empezando a sospechar que nuestro matrimonio funciona a la perfección porque, promedio, cada 15 días recibimos gente.