taxis
Aquí hay muchos, muchos, taxis. Pero muchos en serio. Piiii, piiii, piiii, todo el tiempo, dale que te dale con la bocinita. El claxon. Porque acá bocina es claxon. Piiii, piiii, piiiii, los taxistas, y piiii, piiii, piiiii, los coches particulares. En todo momento. No en una esquina, no para avisarte que te van a pasar, no para indicarte que tu rueda está baja. No. No se usa "para casos concretos". Se usa constantemente. Entonces salís a la calle y ahí ves el cuadro: coches conversando entre ellos. Así van. Así conducen.
Creo que a un carro peruano (limeño) le puede faltar, por caso, el volante. Ahí el chofer te maneja lo mismo. Ahora, no le llegues a quitar el claxon porque ahí nomás se te queda varadito el hombre y ya no sabe qué hacer.
Los taxistas, además (como si fuera posible un además), usan la bocina para invitar al transeúnte a subir a su maldito auto.
Hay taxis pero no hay taxímetros.
(No es extraño en este país. Nosotros, sin ir más lejos, tenemos jardinero y no tenemos jardín).
Así las cosas, para llegar a buen puerto, pasajero y chofer deben arribar a un previo acuerdo monetario que se practica, por lo general, a través de la ventanilla.
-hasta el óvalo gutiérrez, cuánto me cobra?
-siete soles
-eh, siete soles? me llevaron por cinco ayer
-bueno, cinco pues, señorita
Esto no quiere decir que el pasajero siempre se imponga, pero sí al menos que una ya va conociendo algunos usos y costumbres del lugar. Por ejemplo, por menos de tres soles nadie te llevan a ningún sitio. Luego también te suelen aumentar por horario (en realidad por tráfico) y por calidad de carro.
También existen los radio-taxis. Tienen fama de seguros y son más bonitos y más caros que los callejeros.
Finalmente, hay también un servicio, digamos, premium, de coches color negro, coches que incluyen conductor enfundado en impecable traje oscuro. El viaje que el callejero te cobra cinco soles, éste te cobra cincuenta.
Y lo bueno, lo buenísimo de todo esto, es que yo ya tengo bici!