26/9/07

modas

Aquí las chicas no estilan llevar el pelo corto, así que es común que por la calle, cada vez que me quieren vender o pedir algo, me digan "eh, amigo!". Ya estoy ligeramente acostumbrada y, como creo llevar con alguna seguridad mi ser femenino por el mundo, el asunto no me trae mayores complicaciones. "AmigA, con A", suelo corregir yo. Y listo.

El único problema digamos serio que tuve fue una vez que me descompuse, cuando era deportista (qué rápido quemo etapas en perú). Dejé mi clase de Taekwondo cuando sentí que me iba a desmayar y subí rápido las escaleras para ir al baño. Se ve que en trajecito karateca debo dar doblemente muchachito, porque fue nomás entrar al baño de mujeres, a refrescarme un poco, y sentir cómo, a mis espaldas, venía una mujer en carrera loca para frenarme. "Amigo, amigo, ahí no, ahí no". Yo ni aire tenía para hablarle -después supe que lo que había pasado era que me había bajado la presión- y mi cara estaba roja, roja que estallaba. Y así, yo emitiendo sonidos inciertos y ella insistiendo con que abandonara yo dicho retrete, estuvimos como media hora forcejeando -exagero-. Hasta que por fin, con el último aliento, llegué a decirle "soy mujer, sólo quiero morir en el baño que me corresponde".

Bueno, todo esto para contar que hace un par de días fui a la peluquería y otra vez he peleado con la peluquera. Nunca quiere cortarme el pelo. Dice que así está bien cuando para mí todavía ni siquiera empezó. "más, más", digo yo. "ia, ia", dice ella. Acá siempre te dicen "ia, ia"; y después hacen lo que quieren.
En fin, modas.