6/9/07

solito sale, solito se mete...

Hay días en los que vuelvo a vivir.
Hoy, por ejemplo.
Renací, digamos. Y todo por qué?, porque salió el sol. SOL. SOL. SOL. Bendito sol.
(hubo un tímido solito el día que terminó en terremoto, por lo que podía concluirse que el sol, en invierno, aquí no es de fiar)

Es que, de veras, así no se puede. El invierno acá es una cosa tan... tan... tan gris, tan limeña, tan falta de contornos...

Tres días atrás, cuando me desperté y volví a ver el cielo gris, le dije al hombre de esta casa que no aguantaba más, que no podía despertarme un día más con este cielo nublado. Me dijo que si él pudiera, si a su alcance estuviera, me traería el sol. Pero bueno, la realidad era que no podía.
Me pareció romántico, aunque al momento nomás me resultó un tipo de lo más ineficiente. A su favor habrá que decir que me ofreció, si de veras lo necesitaba, viajar a Buenos Aires, volver a vivir y regresar; a lo que -mujer encantadora como soy- respondí que no, que claro que no, que esta desgracia la pasaríamos juntos (bueno, también es cierto que hay viajes programados para dentro de no tanto tiempo)

Unos amigos argentinos -sí, terrible, tenemos amigos argentinos ya- que viven aquí desde hace 4 años, me decían la otra vez que me entendían, que el primer invierno es terrible, pero que luego ya no es para tanto, que luego te acostumbras.
Escuchar eso me pareció que empeoraba todavía más mi realidad: no sólo iba a seguir nublado sino que, incluso, un día me acostumbraría. Un espanto.


Anyway, también es cierto que yo por estos días he descubierto a Daniel Alarcón y hace cinco días que estoy literalmente (literalmente, jo jo jo, qué palabra más precisa) sumergida en su mundo. En su obra, digamos. Bueno, también un poco en su vida. Así que, por ahí, tal vez, parte de la felicidad del día de la fecha tenga que ver con eso.