26/9/07

modas

Aquí las chicas no estilan llevar el pelo corto, así que es común que por la calle, cada vez que me quieren vender o pedir algo, me digan "eh, amigo!". Ya estoy ligeramente acostumbrada y, como creo llevar con alguna seguridad mi ser femenino por el mundo, el asunto no me trae mayores complicaciones. "AmigA, con A", suelo corregir yo. Y listo.

El único problema digamos serio que tuve fue una vez que me descompuse, cuando era deportista (qué rápido quemo etapas en perú). Dejé mi clase de Taekwondo cuando sentí que me iba a desmayar y subí rápido las escaleras para ir al baño. Se ve que en trajecito karateca debo dar doblemente muchachito, porque fue nomás entrar al baño de mujeres, a refrescarme un poco, y sentir cómo, a mis espaldas, venía una mujer en carrera loca para frenarme. "Amigo, amigo, ahí no, ahí no". Yo ni aire tenía para hablarle -después supe que lo que había pasado era que me había bajado la presión- y mi cara estaba roja, roja que estallaba. Y así, yo emitiendo sonidos inciertos y ella insistiendo con que abandonara yo dicho retrete, estuvimos como media hora forcejeando -exagero-. Hasta que por fin, con el último aliento, llegué a decirle "soy mujer, sólo quiero morir en el baño que me corresponde".

Bueno, todo esto para contar que hace un par de días fui a la peluquería y otra vez he peleado con la peluquera. Nunca quiere cortarme el pelo. Dice que así está bien cuando para mí todavía ni siquiera empezó. "más, más", digo yo. "ia, ia", dice ella. Acá siempre te dicen "ia, ia"; y después hacen lo que quieren.
En fin, modas.

adaptación

Pertenecer tiene, antes que sus privilegios, sus imprecisiones.

Ahora, por ejemplo, soy capaz de gritar "epa!, llueve!" cuando, en rigor de verdad, apenas garúa...
Peor: llegué al extremo de avisar -de lo más entusiasmada- "eh!, salió el sol!!" cuando un mínimo de sentido común indicaba que, para cualquier mortal, lo que había sobre esta ciudad era una modesta, tímida, acaso mínima, resolana...

De a poquito me voy volviendo limeña...

24/9/07

and more and more...

Luis Salinas

noche de sábado en miraflowers.





13/9/07

lectura recomendada:



or, the spanish version:




Después no digan que no les avisé.

6/9/07

visitas

Otra vez tenemos visitas, aunque no están parando en casa. Visita, en singular, porque en realidad es sólo una. Un amigo español, un hombre capo capísimo del periodismo digital. Es que así somos nosotros, ya ven. Nos rodeamos de capos capísimos y podemos así disimular, a la perfección, nuestra modesta pero importante mediocridad.
Nuestro tour principal con la visita, como siempre, es el gastronómico, tour al que yo suelo unirme por las noches, porque durante el día, ya saben, estoy muy ocupada (?). Yendo de aquí para allá con la visita, hace un par de días caímos en un restaurante en donde, en la misma noche, se presentaba un libro. Y adivinen qué? Me encontré con un montón de gente. Ahora resulta que salgo x las noches en Lima (no es Lima, es Miraflores) y estoy meta saludar y saludar gente. Hola qué tal por aquí, hola qué tal por allá, y beso y abrazo. El círculo, habrá que decirlo, es el de siempre. Periodistas, literatos, intelectuales. Incluso artistas. Y de la primera línea, eh. Me pregunto qué hago yo ahí, pero no suelo responderme porque siempre alguno ya me sirvió un buen vino o una chela bien helada y entonces para qué responderse imbecilidades. La cuestión es que esa noche un amigo -periodista él- me preguntó -one more time- cómo había vivido el terremoto. Le conté más o menos, pero él interrumpió y se concentró más bien en otro episodio: pero cómo quedaste tú luego de eso?
Ay!, me pareció genial, porque con tan poco ataque de pánico que he tenido yo en mi vida, estaba de repente feliz de poder volver a contarlo. Con lujo de detalle. Creo que incluso exageré, pero fue porque él se entusiasmó. "Oye, qué interesante, qué interesante, necesito saber de esas historias" (debe estar escribiendo algo al respecto, de cómo quedó la gente o algo así. ¿por qué no se me ocurrió antes a mí? Shit).

La semana entrante volvemos a tener visitas. Esta vez sí pararán en casa. Estoy empezando a sospechar que nuestro matrimonio funciona a la perfección porque, promedio, cada 15 días recibimos gente.

solito sale, solito se mete...

Hay días en los que vuelvo a vivir.
Hoy, por ejemplo.
Renací, digamos. Y todo por qué?, porque salió el sol. SOL. SOL. SOL. Bendito sol.
(hubo un tímido solito el día que terminó en terremoto, por lo que podía concluirse que el sol, en invierno, aquí no es de fiar)

Es que, de veras, así no se puede. El invierno acá es una cosa tan... tan... tan gris, tan limeña, tan falta de contornos...

Tres días atrás, cuando me desperté y volví a ver el cielo gris, le dije al hombre de esta casa que no aguantaba más, que no podía despertarme un día más con este cielo nublado. Me dijo que si él pudiera, si a su alcance estuviera, me traería el sol. Pero bueno, la realidad era que no podía.
Me pareció romántico, aunque al momento nomás me resultó un tipo de lo más ineficiente. A su favor habrá que decir que me ofreció, si de veras lo necesitaba, viajar a Buenos Aires, volver a vivir y regresar; a lo que -mujer encantadora como soy- respondí que no, que claro que no, que esta desgracia la pasaríamos juntos (bueno, también es cierto que hay viajes programados para dentro de no tanto tiempo)

Unos amigos argentinos -sí, terrible, tenemos amigos argentinos ya- que viven aquí desde hace 4 años, me decían la otra vez que me entendían, que el primer invierno es terrible, pero que luego ya no es para tanto, que luego te acostumbras.
Escuchar eso me pareció que empeoraba todavía más mi realidad: no sólo iba a seguir nublado sino que, incluso, un día me acostumbraría. Un espanto.


Anyway, también es cierto que yo por estos días he descubierto a Daniel Alarcón y hace cinco días que estoy literalmente (literalmente, jo jo jo, qué palabra más precisa) sumergida en su mundo. En su obra, digamos. Bueno, también un poco en su vida. Así que, por ahí, tal vez, parte de la felicidad del día de la fecha tenga que ver con eso.