5/7/07

cielito lindo



Así es, tal como algunos lo han supuesto, nos hemos ido de viaje. Sí, sí, otra vez. Y sepan que no es fácil alimentar diariamente vuestra envidia. Pero ya ven, ponemos empeño y, una vez más, lo logramos.

En esta oportunidad, las sierras. Es que yo no sé si ustedes sabrán, pero acá, acá en Lima, en el invierno se estila estar nublado. Siempre. O sea, siempre. Todos los días. Amaneces y ves por la ventana. Y qué ves? Ves cielo gris. Gris un día, gris el siguiente, gris el otro y luego, luego adivinen qué? Claro que yes!, gris también el que le sigue. Así son todos los malditos días de invierno. Todos, eh. Y digan que este año la gracia empezó tarde. Y digan –bis- que incluso, habrá sido por nuestra venida o algo, este año hubo importantes excepciones y el sol se coló alguna que otra vez. Pero nos estamos yendo de tema, porque el punto aquí era que yo con los grises tan seguidos me deprimo, y el hombre de esta casa no iba dejar que tamaña infelicidad prosperara y entonces qué hicimos? Hicimos cuarenta minutos de carro y listo el chiquenito! Porque así de misteriosa es la cosa acá. Lima: gris, frío, nublado y triste. Pero a 40 minutos de coche: verano! Verano posta. Cielo celeste (celeste verdadero, no celeste limeño), 25 grados y calor,calor, calor.




Carretera central. Ahí está el secreto.
Tomás la carretera central y en un periquete tenés sol en tu vida.
Pasás Chaclacayo, pasás Chosica, pasás incluso Santa Eulalia, tomás un desviíto y subís a la montaña. Subís y subís y llegás a un pueblito llamado Callahuanca, que está propiamente en el Valle Sagrado de la Chirimoya. Te comprás unas chirimoyas (por cierto, allá se conocen o qué? ), te buscás dónde pasar la noche y listo. Sos feliz.

Al día siguiente fuimos hasta Piedrahuanca, que es bajando, del otro lado la montaña. Pero ojo, que hasta ahí fuimos caminando, en un caminata que habrá durado unos 45 minutos. Llegamos hasta donde lo de unos lugareños y elegimos unas truchas (vivas). Dijimos ésta, ésta y ésta otra. Las truchas pasaron a mejor vida y de ahí a nuestro plato. Cervecita Cristal, provechito, y otra vez a volver Callahuanca. Otra vez caminando. Una pena no haber llevado un pulmotor en la aventura. Al hombre de esta casa le habría venido de mil maravillas.