21/7/07

fiestas patrias

 

La otra vez tocó el portero eléctrico el portero humano. Pedía permiso para pasar por nuestra casa porque tenía que llegar a la terraza, terraza que también nos pertenece, dicho sea de paso.
-Sí, claro. Venga, hombre, nomás. Suba. (Yo no sabía qué cuernos necesitaba, pero recibo tan poca visita diurna que tampoco era cuestión de venir a estropearlo todo con alguna pregunta imprudente que lo hiciera desistir).

Una vez en el living, veo al hombre con un gran mástil y una bandera peruana.
-Y eso?
-Es por las Fiestas Patrias
-Ah, mire usted.

Y se trepó nomás el hombre y puso la banderita, justo en la pared medianera, la que linda con los vecinos (esto me hizo pensar que algún encanto debo tener, o alguna lástima le debo dar, para hacer en nuestra casa -y no en la vecina- la visita operativa).

Después subí yo, para chusmear, para ver cómo había quedado. Y en la vista panorámica que desde ahí hice del barrio, con el fondo gris limeño de su cielo invernal, vi que en las casas y en los edificios aledaños (en general bajos, porque la zona donde vivimos no permite + de cuatro pisos) todos tenían su banderita peruana flameando en lo más alto. Qué patriótica esta gente, me dije.

A los días vino a cenar un matrimonio amigo y, mostrándole la terraza, comento yo mi sorpresa ante tamaño patriotismo.
-No es patriotismo, es que es obligatorio. Si no la pones, pues te multan.

Qué tul, eh?

Todavía no he pasado aquí ninguna Navidad (¿habrá multa por arbolito no armado?), ni tampoco Reyes (¿cuánto costará un zapatito ausente?). Prometo informarles cuando ese tiempo llegue.

Mientras tanto, lo que más me molesta no es tener bandera a cambio de exoneración de multa (cosa que ya me molesta bastante). Lo que más me molesta es que -casi- parecemos hinchas de Estudiantes. Qué horror.