ecos mundanos
Nuestra vida social sigue de lo más intensa. Creo que estamos conociendo más gente en Lima de la que ya conocemos –después de 34 y 40 años*- en Buenos Aires. Y de todas estas personas, o de muchas, podríamos llegar a ser grandes amigos, impresión que debo tener, sin duda, porque todavía nos conocen poco. Creo que somos para los peruanos un matrimonio muy amigable, al menos en apariencia. Miento, porque no todos han sido peruanos. La semana pasada dimos con chilenos. Y deberían ver ustedes lo adorables que me parecieron estos chilenos. Casi todos periodistas, pero aun así buena gente. Parecemos, decía, de lo más amigables. Y nuestra casa -porque ya invitamos a casa con frecuencia-, impresiona. Puedo notarlo. Yo creo que impresiona más por lo grande que por el lujo. Aunque con eso de acostumbrarse una rápido a la buena vida, nunca se sabe. De repente las dos plantas que tiene la casa, la parrilla arriba, la piscinita, el sector para huéspedes, el jacuzzi y el sector entretenimientos con TV plasma le parecen a una, a dos meses y medio de disfrutarlo, algo de lo más normal.
En otro orden de cosas, habrá que apuntar que la literatura peruana no se agota en Bryce, Vargas Llosa y Bayly. Mi abanico literario se está abriendo generosamente y puedo ya recomendarles la última (creo que es la última impresa) novela de Iván Thays, La disciplina de la vanidad, una obra deliciosa que leí muy entusiasmada –y con muchas risas- en dos días. Incluso me recordó ligeramente a Vila Matas.
Ah!, hablando del literatura, la escuela y esas yerbas: odiamos, Jorge y yo, a uno del curso, a un estudiante. Pero lo odiamos mal. Tengo que asegurarme de que nadie de su entorno lea este bloguito amigo y luego les podré contar sobre él... A propósito, no sé si habrán notado, pero este blogui amigo ha sufrido ya una triste censura. Nunca debí dar la dirección a gente amiga...
*No saquen rápidas conclusiones: el hombre de esta casa no ha vivido toda su vida en Buenos Aires.