24/4/07

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Claro que hay muchas más fotos de nuestro viaje, pero tampoco es cuestión de andar ventilando todas las intimidades aquí, que para algo estamos preparando otro site. Uno arancelado, por supuesto. Ahí verán ustedes los desnudos de Panchito Varona en plena Plaza Santa Ana, los videos hot de Joaquín Sabina y el exclusivo encuentro que tuvimos con Messi, en donde nos confesó: "sí, he querido copiar a Maradona". Pero para eso tendrán que pagar.

De momento hemos vuelto ya a casita, a Lima, donde todas las bocinas de la ciudad se han encargado de darnos una sonora bienvenida.

Acá hay mucho más ruido que allá, pero también habrá que decir que allá, como todos sabemos, te tratan peor que acá. Son tan brutos en los modos que siempre que voy tengo la impresión de estar hablando con mi abuelito Fernando, a quien no importa que no conozcan porque es igual al padre de Manolito, el de Mafalda. "A ver si te caiazzz un poco, coño; que te caiezz, te digo" y paf!, un bife en la cabeza, atrás, a la altura de la nuca.

Pancho dice que el problema es la forma de hablar, no así el fondo. Yo creo que en el fondo son un poco bestias. Pero igual los queremos, claro que yes. Porque para odiar, hay un montón de gente.

Bueno, que la pasamos divinamente. El clima estaba estupendo, mucha terraza, mucha cañita, mucha cena, mucho vinito, mucha cava y mucho mucho mucho encuentro con amigos.

Con el hombre de esta casa fuimos felices otra vez. Y tuvimos sólo un pequeño desencuentro, que fue en la noche del Boca River. Ah, no, miento, dos. El segundo (porque el primero se explica de suyo) fue luego de una larga noche en la que conocimos, entre otras personas, a una de esas señoritas tan bobamente obvias de las que más te altera -antes que su histeria- su falta de elegancia, su escasa sutileza.

El hombre de esta casa dijo ni haberse dado cuenta; y habrá que creerle: se despidió como siempre, con un "que a ver cuándo te venís a Lima, a casa". Así, tan campante, tan copita en ristre y tan delante de quien esto escribe. Igual yo, por supuesto, mantuve mi propia elegancia, que sí la tengo, y sumé un "por supuesto, por supuesto, te esperamos con los brazos abiertos". (es que además de elegante una puede ser también hipócrita; y al mismo tiempo.) Dicho lo cual, ambos partimos -caminando en falsa escuadra- hacia el próximo bar.

Ah!, para todos sus seguidores: el Enzo, fantástico; lo encontramos muy bien, feliz con nuestra vuelta.