16/8/07

mirá cómo tiemblo!

A la mierda, qué manera de moverse todo!

No sé ustedes, pero yo jamás había estado en un terremoto.
Es más, desde que llegamos a limita, ni temblores sentimos. Y no es que no los hubo, es que nosotros tenemos el sueño muy pesado...

Pero lo de ayer, por Dios!, qué sacudida!


Gran error asumirse siempre borrachina: una atina a pensar que está mareada de alguna resaca de la noche anterior.

Gran cosa la inexperiencia, no tener con qué comparar: no me asusté mucho porque, en rigor, no me daba cuenta de que para simple temblor estaba siendo todo muy fuerte y muy largo.

Gran cosa salir de compritas para el hombre de esta casa: de repente se mueve la tierra y vos estás en el mejor lugar posible: al aire libre, en una plaza.

Dos minutos. Dos minutos durante los cuales una piensa bueno, caramba, así deben ser los temblores famosos de los que tanto me hablaron...

Qué medidos estos peruanos! -me decía-, los árboles, los postes de luz, los semáforos y hasta los edificios se sacuden mucho más de lo que fueron capaces de describir! Peruanos imprecisos.

Y no, che, la que no cuadraba era yo...
Eso no era temblor, eso era terremoto.





Es raro no poder mantenerse de pie. Como en un barco. Sentís que el piso va y viene. De aquí para allá y de allá para aquí.


Eficacia relativa: una tiende a agarrase de algo, pero, cuando todo se mueve -la tierra entera-, ese algo también se mueve.





Hoy siguen las réplicas. Ya pasaron dos. La casa y los vidrios hicieron grrrrrr tres segundos y luego callaron. Analogía posible: los sismos son como esos novios que no terminan de dejarte, que no te abandonan como Dios manda. Hombres de falsas retiradas.




Jorgito acaba, recién, de dar señales de vida. Estaba sin teléfono y sin luz. Fiuuuu. Respiro aliviada y me siento a escribir estas cositas.