El hombre de la casa pasó por acá y puso mala cara. Dice que qué me creo yo, ridiculizándolo así, tan alegre y gratuitamente. Le digo que no, que las cosas no son así y que está equivocado: no siempre estoy alegre (el desarraigo y la emigración pueden acarrear terribles depresiones) y la cosa tampoco es tan gratuita. Que vea el negocio que tenemos entre manos: el día de mañana, por aquí pasarán millones y millones de visitantes. Y entonces pondremos muchos banners y muchos auspicios. ¡Y nos haremos millonarios, mi amor!
Lo del ridículo, en cambio, no se lo discuto. Él me dice que primero aprenda a escribir y que después me haga la graciosa. Eso por un lado. Porque además exige derecho a réplica.
–O aparezco yo también ahí en tu blog diciendo lo mio, o agarro y me hago el propio, uno que será la contra del tuyo, y desde ahí te disparo yo a vos y cuento mis versiones, a ver cómo te va.
-No es justo-, le digo. –Primero, porque esto no es un blog y, segundo, porque esto es ficción.
-Ma qué ficción ni ficción. El jardinero existe, Lorenza existe y el Enzo existe!
-Ay, amor, no entendés nada, son nomás disparadores. Elementos de inspiración…
Él termina diciendo que no llame elemento a Lorenza y después se va, se va gruñiendo por lo bajo, como es su estilo.
Los problemas se suscitan. Mi amigo P. dice que no quiere entrar aquí a leer “cosas usadas”, las llama él, y que yo, a él, le escriba textos de primera mano. Para él, mail personal, "y no estas mariconadas del blog".
Mi amiga J. también está ofendida. Me dice que por qué no aparece en el blog tanto como debería y tanto como la realidad lo exige: con un protagónico estelar. Le digo que sí, que claro, que sin dudas se merece eso y mucho más, pero que esto, esto del "blog", es como de ficción, es algo irreal, que no se preocupe...
-Justamente, justamente! Si es ficción no entiendo por qué no podés agarrar e inventar cosas sobre mí. Maravillas, grandes anécdotas, correspondencia que jamás te escribo ni te escribiré porque, la verdad, amiga, ni siquiera te he llegado todavía a extrañar. Y además, hasta bien me hizo que te fueras, figúrate! No sabés el tiempo libre que me queda desde que no hablo tantas boludeces con vos por teléfono. Pero vos igual inventá, inventá todo. Si total, qué importa, quién sabe.
D., por su parte, dice que muy lindo todo, que qué blog tan minimalista, con apenas un textito, unas fotitos y tal, pero que ya, que vamos, que ya cansa, que me deje de joder y que a ver si escribo más, porque acá, si no, no entra ni el loro. Y que de hecho, ya con lo que hay ni él mismo volvería. Con todo lo que me quiere.
S., finalmente, me acaba de preguntar por qué están censurados los comentarios.
¿Estaban censurados los comentarios? Mierda!, con razón no recibía ninguno.
Igual no sé, me parece que vamos a moderarlos. A ver si todavía alguno me hace quedar mal con mi vecina Carmencita, o dice alguna grosería, o cuenta alguna mentirita o (ay!) cuenta alguna verdad...